Pensé que era por estrés del trabajo, o quizá una dieta poco saludable… pero una noche, en mi cumpleaños 45, me convencí de que mi Disfunción Eréctil se estaba volviendo un problema serio.

 

Esa noche, mi esposa quería darme un cumpleaños para recordar…

Ella estaba en la cama frente a mí, con sus piernas abiertas… ROGÁNDOME que me suba a su cuerpo y la consuma de pasión…

 

Y allí estaba yo, tironeando frenéticamente de mi marchitada hombría, esperando y rezando para que mostrara algún signo de vida…

 

¡Pero estaba flojo como un fideo mojado!

 

Tratar de tener relaciones, en ese triste estado, sería como querer martillar con una cuerda. Lo probamos todo para que mi soldadito se pusiera firme. Pero por alguna razón, mientras ella más se esforzaba, peor se ponía…

 

Y al final, después de casi una hora, ella suspiró y decidió vestirse.

 

Y cuando mi esposa se iba hacia el baño, me lanzó una mirada que nunca voy a olvidar.

 

Una mirada de lástima… y repulsión.

 

Pero aunque yo le causaba repulsión… su esposo por 20 años que ya no podía tener una erección para ella…

 

Yo estaba mil veces más avergonzado de MÍ MISMO.

No pasaba SIEMPRE que queríamos tener intimidad. Pero sí con suficiente frecuencia como para hacerme empezar a evitar el sexo.

 

Carolina y yo podíamos estar ahí en la cama, y yo me daba cuenta de que ella como que “tenía ganas…” así que yo fingía bostezar…

 

Y decía que estaba muy cansado por el trabajo… cualquier excusa para evitar pasar otra vergüenza patética.

 

Una vez hasta le dije a mi esposa que no podía porque tenía dolor de cabeza. Se supone que esa es la excusa clásica de las mujeres, ¿no?

 

Y yo se la estaba diciendo a mi esposa… ¿acaso se puede caer más bajo?

 

Cuando ella dormía, yo iba Google a investigar mi problema. No conocía el término Disfunción Eréctil hasta que empecé a aprender sobre el tema.